RENÉ, MARRAÑAO Y SEGUETA
En sus tiempos de apogeo, era una verdadera competencia la que existía tras la búsqueda del siguiente festín entre esos tres: Marrañao, René y Segueta. Comilonas que se hacían al cumplirse los nueve días de algún fallecido.
LEYSIMELOCUENTA
Por Ley Simé
Asistían a la Iglesia temprano todos los días para enterarse a nombre de quien en vida se llamó… era la misa y así calcular el día en que se celebrarían los nueve días de muerto. Y así lo hacían diariamente hasta llenar su itinerario de la semana y también del mes, cuando había muchas actividades de decesos. Casi nunca entraban al salón del templo, esperaban fuera, y se les veía muchas veces, una vez terminada la misa, acompañar a los deudos, desde la iglesia hasta la casa del difunto. Así ya tenían conocimiento del lugar exacto donde se celebrarían los nueve días. (Inteligentes estos chicos, ¿eh?).
Su asistencia a la iglesia no era con el propósito de acompañar en el dolor que embargaba a los familiares, ni dar pésame, ni las visitas a las casas de los difuntos tenían tales intenciones, si no la de averiguar si los nueve días resultarían de primera, segunda o tercera categoría y deducir el festín que sería repartido allí ese día. Cuando había mucha actividad de deceso, los nueve días de primera había que dejárselos a René, el más temible de los tres.
LEYSIMELOCUENTA
Por Ley Simé
Asistían a la Iglesia temprano todos los días para enterarse a nombre de quien en vida se llamó… era la misa y así calcular el día en que se celebrarían los nueve días de muerto. Y así lo hacían diariamente hasta llenar su itinerario de la semana y también del mes, cuando había muchas actividades de decesos. Casi nunca entraban al salón del templo, esperaban fuera, y se les veía muchas veces, una vez terminada la misa, acompañar a los deudos, desde la iglesia hasta la casa del difunto. Así ya tenían conocimiento del lugar exacto donde se celebrarían los nueve días. (Inteligentes estos chicos, ¿eh?).
Su asistencia a la iglesia no era con el propósito de acompañar en el dolor que embargaba a los familiares, ni dar pésame, ni las visitas a las casas de los difuntos tenían tales intenciones, si no la de averiguar si los nueve días resultarían de primera, segunda o tercera categoría y deducir el festín que sería repartido allí ese día. Cuando había mucha actividad de deceso, los nueve días de primera había que dejárselos a René, el más temible de los tres.