BERGSON, EL POETA
Por Carlos Reyes
¿Quién es Bergson sino un liróforo que tañe versos aturdidos por el sopor de la piel? Bergson es el aquí de su temblor, el carpe diem de su ágape lírico que nadie osa degustar sin herirse los labios. La poesía de Bergson transpira, retoña una dolencia cósmica de jadeantes luces mordidas por la oscuridad del silencio, y en cada letra de su verso, galopa desbocado el caballo del éxtasis.
Bergson es el ludópata que orilla las ansias del infinito con una sensación contenida de momentos estelares prestos a estallar en cada nota de su estro. Su juego es una apuesta por la vida, la misma que al contener queda vacía, la misma que al ser carne es hueso y que plena de vitalidad es un llamado constante de la muerte.
Bergson canta, y al hacerlo deja en su garganta las melodías próximas de un atardecer anochecido en la madrugada del día: sólo los poetas intuyen el diálogo de las flores, el bailoteo de los átomos o las quejas de las estrellas, y Bergson, que lleva en sus manos la pluma densa de una escritura que no se agota, sabe escuchar el diálogo de las flores para transmitirnos su angustia, entender el bailoteo de los átomos para decirnos de su felicidad o escuchar las quejas de las estrellas para recordarnos que hemos perdido la luz. Bergson nos da esa luz que alguna vez recogió en su alma mientras era habitante de las estrellas. 30-9-2010
Dos poemas del libro Suspiro de la piel de Bergson Rosario
¿Quién es Bergson sino un liróforo que tañe versos aturdidos por el sopor de la piel? Bergson es el aquí de su temblor, el carpe diem de su ágape lírico que nadie osa degustar sin herirse los labios. La poesía de Bergson transpira, retoña una dolencia cósmica de jadeantes luces mordidas por la oscuridad del silencio, y en cada letra de su verso, galopa desbocado el caballo del éxtasis.
Bergson es el ludópata que orilla las ansias del infinito con una sensación contenida de momentos estelares prestos a estallar en cada nota de su estro. Su juego es una apuesta por la vida, la misma que al contener queda vacía, la misma que al ser carne es hueso y que plena de vitalidad es un llamado constante de la muerte.
Bergson canta, y al hacerlo deja en su garganta las melodías próximas de un atardecer anochecido en la madrugada del día: sólo los poetas intuyen el diálogo de las flores, el bailoteo de los átomos o las quejas de las estrellas, y Bergson, que lleva en sus manos la pluma densa de una escritura que no se agota, sabe escuchar el diálogo de las flores para transmitirnos su angustia, entender el bailoteo de los átomos para decirnos de su felicidad o escuchar las quejas de las estrellas para recordarnos que hemos perdido la luz. Bergson nos da esa luz que alguna vez recogió en su alma mientras era habitante de las estrellas. 30-9-2010
Dos poemas del libro Suspiro de la piel de Bergson Rosario